El Gran Teatro del Mundo ha visto como gran parte de su decorado y atrezzo se ha venido abajo. Un inesperado y desolador intruso se ha colado en nuestras vidas, nuestros trabajos, nuestras empresas, nuestras naciones…y con él ha traído dos terribles aliados: EL MIEDO y LA INCERTIDUMBRE.

Son dos ingredientes que mezclados pueden ofrecer un no menos terrible precipitado: la INACCIÓN o la PARALIZACIÓN.

Observando desde nuestras actuales atalayas -es decir, los medios de comunicación, las redes sociales, etc.; así como desde la propia calle, en los ratos que nos liberan del confinamiento impuesto ante la pandemia-, junto a gestos llenos de buena voluntad para llevar alegría y esperanza a la gente, podemos ver y oír cómo la preocupación va haciendo mella en cada uno de nosotros, nuestras familias, nuestras empresas, nuestros clientes, en la sociedad… Hoy en día realmente se hace muy difícil traer a colación con la ironía con la que se formulaba, una pregunta que daba además pie y titulo a un famoso disco y canción que a finales de los años 70 encumbró a los primeros puestos de las listas al grupo SUPERTRAMP: ¿Crisis qué crisis?

Indudablemente la crisis está por todos los ámbitos y negarlo, además de una insensatez, resulta hiriente, pues está afectando a la propia vida de muchas personas, su salud y su situación económica, que en muchos casos empieza a ser alarmante.

Metafóricamente podríamos representar al mundo como un velero atravesando el Cabo de Hornos, arreciando una tempestad en la que los vientos ensordecedores y las gigantescas olas que allí provoca la confluencia de los dos océanos, amenazan con el naufragio… Pero eso no puede suceder. En estos momentos es donde debe surgir

EL VERDADERO LIDERAZGO, si bien hoy más que nunca se hace necesario desmitificar el término y llevarlo al suelo, a la realidad cotidiana, y esto conlleva dos versiones del mismo.

Liderazgo sí, en las personas que ejercen el poder en las instituciones públicas y privadas, pero que en el mejor de los casos se quedaría en un ejercicio de buena voluntad si no emergiera otro tipo de liderazgo que resulta más que nunca imprescindible: EL LIDERAZGO COMPARTIDO, es decir cada uno debe asumir su “parcela de liderazgo”, consigo mismo y trasladarlo a su círculo de influencia, siendo además LÍDERES CREATIVOS, cumpliendo con todo a lo que nos invita ese vocablo, y poniendo en práctica las 9 cualidades que encierra cada una de las letras que lo componen y que forman a su vez el acrónimo que me surge en mi reflexión sobre la necesidad de líderes:

Comprometidos con nosotros mismos, nuestras familias, nuestra empresa, nuestro país…

Responsables en el desempeño de nuestros roles, sean cuales sean, y el cumplimiento de las normas escritas y no escritas que rigen nuestro día a día.

Entendedores de la situación general y particular, basado en una comunicación efectiva, sabiendo abstraernos y en el análisis inteligente de las mismas, que permita primero comprender, y luego actuar adecuadamente.

Actitud positiva, siendo proactivos, abordando con decisión las situaciones por complejas que sean, y con ánimo resolutivo, huyendo de la desazón, la desesperanza y la crítica destructiva, y trasladando positividad y confianza
alrededor.

Tolerantes al error, pues afrontamos muchas situaciones nuevas, y es prácticamente imposible evitar al cien por cien el margen de error en las actuaciones. Más vale que hagamos y nos equivoquemos, que caer en la inacción más absoluta “por miedo al fracaso”. Aprendamos en todo caso del error, pero nunca cercenemos la creatividad y la iniciativa.

Íntegros, honestos en todo tipo de planteamientos y actuaciones, trasladando certeza, solvencia, y con ello confianza.

Vocación de servicio, más que nunca estas circunstancias nos exigen ser más sensibles, generosos e inteligentes, en nuestra entrega.

Orientados al resultado, pues todo lo anterior tiene sentido si se alcanza lo que con ello se pretende.

Serenos, no hay espacio para el desasosiego y la desesperanza, por difíciles que sean las circunstancias, sin serenidad las acciones pueden devenir en la mayoría de los casos, en un mero ejercicio de voluntarismo poco efectivo.

Es sin duda la hora del liderazgo, del VERDADERO LIDERAZGO, y en la actualidad cobra relevancia la frase de Peter Drucker, “La excelencia del liderazgo se mide por la capacidad de transformar problemas en oportunidades”. ¡MANOS A LA OBRA!

Fernando Aparicio
Fundador de Fernando Aparicio y Asociados
Socio Consejero Ejecutivo de IMAGAMES
Director de Consultoría en BENEL Asesores y Consultores