Breve aproximación a este constructo y a los principales marcos teóricos que se manejan en la actualidad, desde aquellos que parten de la homogeneidad del concepto de inteligencia hasta los modelos que consideran que el intelecto está formado por un compendio de diferentes factores que determinan la capacidad inteligente de los individuos.

Siempre ha habido polémica a la hora de definir el concepto de inteligencia. Las diferentes posibilidades que se han planteado a lo largo de los años, desde las nociones iniciales del nous propuestas por autores como Platón en la antigua Grecia, hasta las diferentes teorías de la inteligencia que se han abordado por parte de investigadores de nuestro tiempo, no han sabido conciliar una máxima que despeje las dudas que más de uno tenemos acerca de este constructo. Lo único que se puede sacar en claro de toda esta incertidumbre es que las posibilidades que abarca la definición de inteligencia son muy diversas y que, por lo tanto, variadas lo son también las opiniones que se pueden tener acerca de este tema.

Si deseamos tener una visión objetiva de lo que en realidad es la inteligencia, debemos empezar por dejar de lado la idea inicial que se tenía acerca del conocimiento, muy arraigada al concepto de alma o espíritu, y centrarnos en las diferentes investigaciones que se han llevado a cabo a lo largo del último siglo.

La conceptualización de la inteligencia siempre ha estado marcada por el afán de medirla. Es decir, a medida que se han ido planteando teorías sobre la inteligencia, paralelamente se han ido desarrollando diferentes metodologías que permitiese evaluar este concepto. Si atendemos a las primeras investigaciones que se ocuparon de manera científica de esta temática y qué determinaron en gran medida las investigaciones posteriores, deberíamos tomar como punto de partida el trabajo elaborado por Charles Spearman a principios del siglo XX.

Este autor, a raíz de administrar diferentes pruebas psicotécnicas a una muestra de estudiantes en edad escolar, determinó que existía una correlación positiva significativa, independiente a cualquier variable observable, entre las puntuaciones de los test psicológicos y los resultados académicos de estos individuos. Esta investigación le llevó a plantear su teoría bifactorial de la inteligencia. Spearman creía que existía un Factor General (g) que determinaba el rendimiento mental de cada individuo en la ejecución de toda clase de tareas cognitivas, y que, además, debía tener una base fisiológica en la corteza cerebral. También habló de la existencia de Factores Específicos (s), comprendidos como habilidades y aptitudes que están presentes solo en determinadas situaciones y cuyos resultados no se pueden generalizar. Entra en juego en la definición la dualidad innatismo-ambiente, ya que el autor consideraba que existe un factor general hereditario (g) que convive con diferentes aptitudes (s) que son específicas a cada tarea y que, por lo tanto, están moldeadas por la experiencia.

La aportación de Spearman a la investigación ha sido notoria, hasta el punto de que, aunque hoy en día cada prueba de inteligencia puede estar adscrita a diferentes marcos teóricos y concepciones distintas sobre la misma, prácticamente todas ofrecen un Factor G que evalúa la inteligencia general de un individuo, aunque incluyan puntuaciones sobre otras competencias específicas, como podría ser el lenguaje, la aptitud espacial, la numérica…

¿Es la existencia de un único factor de inteligencia una verdad incuestionable?

Discrepancia en la comprensión de la Inteligencia

La respuesta es un rotundo no. Lo único que está claro es que este Factor G es indiferente a la multitud de maneras de manifestación de la inteligencia, es decir, a las particularidades que hacen que cada persona desarrolle la conducta inteligente de una forma genuina. Por lo que la teoría bifactorial de la inteligencia propuesta por Spearman, aunque ha sido base de innumerables modelos teóricos, se queda corta a la hora de encontrar una certeza para el constructo.

Existen alternativas teóricas a este modelo, y arrojan algo de luz en la conceptualización, dejando de lado la inconmutable concepción de que solo existe una única inteligencia. Por ejemplo, Gardner propuso un concepto sobre la Inteligencia que distaba mucho de lo que en un inicio planteó Spearman con su teoría bifactorial. Criticó el estándar de inteligencia general y aportó una alternativa conceptual al mismo, recogida en su modelo de Inteligencias Múltiples. En él, el autor determina que no existe una única forma de evaluar la capacidad inteligente del ser humano, ya que desestima la existencia de un factor General.

Para Gardner existen diversidad de inteligencias que determinan la variabilidad del comportamiento inteligente de los individuos. Estas habilidades cognoscitivas son ocho: inteligencia lingüística, Inteligencia Lógico Matemática, Inteligencia Musical, Inteligencia Visoespacial, Inteligencia Cinestésico-corporal, Inteligencia interpersonal, Inteligencia intrapersonal e Inteligencia Naturalista. Cada Individuo potencia más unas inteligencias que otras, creando un espectro de comportamiento inteligente muy amplio; Además, Gardner no se ciñó exclusivamente a estas ocho tipologías, ya que considera que se trata de un modelo abierto, susceptible a modificaciones teóricas. Es decir, hay cabida para otro tipo de inteligencias.

En la misma línea que este modelo multifactorial, durante los últimos años, Daniel Goleman ha popularizado otro concepto diferente que hace referencia al conocimiento de nuestras propias emociones, de manera que podamos controlarlas y adaptarlas a los diferentes acontecimientos con los que tenemos que lidiar en el día a día, para poder obtener resultados de éxito. Es decir, emplear el conocimiento de nuestro estado de ánimo y el de los demás, para que este no nuble nuestras facultades racionales y podamos tener la capacidad de llegar a buen término en los propósitos que nos propongamos. Es la denominada Inteligencia Emocional.

Lo cierto es que da igual si se trata de un tipo de inteligencia concreto o de la convergencia de varios factores de la Inteligencia (si tomamos el Modelo de Inteligencias Múltiples como válido), o incluso si es una variante del Factor General y de algún otro factor específico. La Inteligencia Emocional es una competencia clave a la hora de predecir el éxito de un trabajador dentro de una organización. La capacidad de gestionar las emociones para motivarse a uno mismo o incluso para desarrollar plenamente las relaciones interpersonales dentro de la empresa, es esencial para que un trabajador alcance éxito desempeñando sus funciones en el puesto de trabajo, o lo que es lo mismo, para ser más productivo.

A pesar de que, a diferencia del Coeficiente Intelectual, no existe una manera objetiva de evaluar este tipo de Inteligencia, cada vez son más las empresas que abogan por esta cualidad entre sus empleados, dando formaciones específicas para gestionar de manera adecuada las emociones dentro del entorno laboral. Las empresas son más competitivas en la medida que lo son sus empleados, por lo que cada vez se hace más relevante incluir este tipo de cursos dentro del plan formativo de una empresa.

Como se comentaba en un inicio, no se puede afirmar que exista una única inteligencia, ya que esta sería una posición demasiado inmovilista dentro de cualquier marco teórico, y es inviable determinar con exactitud la realidad de este constructo sin asumir errores de conceptualización.

Nacho Villegas